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  • Foto del escritorCarlos Augusto Albán Vela

El Padre de los Migrantes

La Congregación Scalabriniana fue fundada en 1887 por el obispo beato Juan Bautista Scalabrini para acompañar a los millones de italianos que migraron hacia el continente americano buscando alejarse de las consecuencias de la Revolución Industrial. Desde finales del siglo XIX hasta después de la Segunda Guerra Mundial, los Scalabrinianos se dedicaron a establecer parroquias, escuelas, hospitales, centros de servicios al migrante, orfanatos, enfermerías, asociaciones de migrantes y comités de servicio. Durante los años 60, la Congregación Scalabriniana extendió su misión a todos los migrantes y cobró presencia mundial.


De esta comunidad hace parte el padre Ignacio, quien cumpliendo los votos de obediencia de sus superiores llegó a Brisbane, Australia, a la iglesia del Espíritu Santo, en el vecindario de New Farm. Actualmente es el capellán de la comunidad latinoamericana en todo Brisbane.


Lleva más de 20 años fuera de su natal México. Su comunidad le enseñó a vivir como migrante y por ello, entiende lo que significa para miles de estudiantes internacionales no estar al lado de su familia o de su patria.


En su búsqueda han llegado los que intentan suicidarse, los que no tienen dónde comer o dormir. A ellos les ofrece un acompañamiento espiritual y busca en la red de apoyo profesionales que puedan tender una mano. La mayoría de quienes reciben su ayuda son jóvenes que han sido estudiantes internacionales y hoy son profesionales, lo que les permite entender de mejor manera la realidad de sus hermanos.


Hace una sugerencia a las redes de apoyo para que escuchen los llamados de ansiedad y tristeza de las personas que manifiestan su crítica situación personal, pues esto puede prevenir incluso un suicidio. Alguien que identifique y lea esos mensajes debe sugerir que la persona acuda a un profesional y de esta manera evitar, como ha ocurrido, tener que celebrar misas a jóvenes que llegaron con ilusiones y sus cadáveres fueron entregados a sus familiares. La base es tener una comunidad, donde encuentre quién le tienda la mano y generar conexiones.




Está convencido que las personas no tienen suficiente información antes de llegar a un país como Australia, donde considera que no hay un sueño australiano, sino una realidad que no siempre está bien documentada para quien llega a este país de oportunidades y sacrificios. Hay que mentalizarse, tienen que hacer el orgullo y el ego a un lado. Muchos llegan de tener un cargo ejecutivo a lavar pisos.




“Soy migrante, pues esta no es mi tierra final, mi casa permanente es el cielo, mientras tantos estamos de paso” sostiene el padre Ignacio, quien considera que la ayuda se le ofrece a cualquier ser humano indistintamente de su creencia religiosa.


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